Una de las cosas que me sorprendió cuando conocí este barrio, fue la vida en la calle.
El uso de los espacios, la libertad de los juegos que ya no se ven por las plazas ni por las calles de otros barrios. Vivimos demasiado encerrados en nuestras casas y las calles ya no se piensan para jugar. En algunas zonas más nuevas como Teatinos o Parque Litoral se han construidos parques y espacios de juego donde los niños se balancean o suben y bajan sobre estructuras de metal pintado en colores. No. Yo no hablo de esa sensación de libertad condicionada sino de la libertad de las carreras, de llamar a un vecino por la ventana, de las típicas riñas de barrio, de encontrar un palo y creerte capitán pirata del Mediterráneo, hablo de «juntarse todos en la plaza», de subir a ducharse y bajar con un bocata.



Cuando veo a estos niños payos, gitanos, marroquíes, rumanos o nigerianos jugando felices en las calles me pregunto dónde empieza el problema de integración y respeto. Todo mi proceso compartido con todos estos niños está siendo maravilloso y veo en ellos la capacidad de entender este momento de cambio en la sociedad bien porque son nacidos aquí y entienden la llegada de personas de otros países o bien porque vienen de fuera en busca de nuevas expectativas,ambas partes, se sienten bien la una con la otra. Ellos son un ejemplo de integración, de desarrollo y crecimiento. Quizás la ayuda la necesitemos los mayores, que somos los que arrastramos los problemas de entendimiento y pobreza cultural e intelectual.
¡ VIVAN LOS NIÑOS !